El mes de Enero estuvo dedicado a la figura del genial pintor sevillano BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO (1617-1682). Estudiamos las obras que estaban a nuestro alcance en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, la exposición temporal que organizó Focus-Abengoa con "Murillo y Neve: el arte de la amistad", las obras de la iglesia del Señor San Jorge del Hospital de la Caridad, nos acercamos a ver la pintura de la Última Cena en San Nicolás de Bari y conocimos la Iglesia de Santa María La Blanca recién restaurada, muy vinculada con la temática.
(Grupo A)
Nuestro pintor es una de las figuras principales de todo el Siglo de Oro Español, de ahí que en la Plaza del Museo se le rinda homenaje con una escultura del madrileño Sabino de Medina del siglo XIX.
(Grupo C)
Se formó en el naturalismo tardío con Juan del Castillo y tuvo la oportunidad de salir de Sevilla para conocer las colecciones reales y admirar la pintura de su paisano Velázquez en la Corte. Con las obras que en Sevilla había en ese momento de Roelas, Herrera el Viejo o Zurbarán, Murillo alcanzó un aprendizaje excelente, aparte de la sensibilidad artística innata que poseía, hasta convertirse en un referente de la pintura barroca plena y su estela persiste en siglos posteriores. El arte de Murillo eclipsó a muchos otros artistas coetáneos.
En el siglo XVII triunfó el arte narrativo y directo de la realidad, además de la cotidianeidad con la que se trataban los temas divinos, a los que Murillo supo sacarle mucho partido, pues tomaba retratos reales y conocía a la perfección el mundo de la mendicidad, tan habituales en Sevilla por estas fechas. En la Sala V, antigua iglesia del convento de mercedarios, se exponen una serie de pinturas que encargaron a Murillo el convento sevillano de capuchinos, excepto una, la Inmaculada La Colosal (1650), que proviene del Convento Casa Grande de San Francisco de Sevilla. El resto, son pinturas mundialmente conocidas, realizadas entre los años 1665-70, años de plenitud del artista. Nos referimos a San Francisco abrazando a Cristo Crucificado, las Santas Justa y Rufina, La Virgen de la Servilleta o la impresionante pintura de Santo Tomás de Villanueva dando limosnas a los más pobres. Éstas, y las que no he citado pero que están expuestas, estaban colocadas en el retablo mayor del convento sevillano de capuchinos y retablos laterales. Además, fueron salvadas de las garras de los franceses del siglo XIX, porque estos frailes conocedores de las intenciones de estos expoliadores, desmontaron sus altares y los ocultaron en Cádiz en casas particulares, pasado el peligro, volvieron a Sevilla y hoy podemos disfrutarlo.
Para mi, la obra de Santo Tomás de Villanueva citada, es una de las mejores, pues es síntesis de toda su obra: lograda composición, efectos de luz y de sombra alargando la profundidad, la luz dramática y artificial contribuye a potenciar efectos como la caridad del Santo, las líneas diagonales y oblicuas se unen en el centro del personaje principal, el bodegón, así como también representa con mucho acierto las relaciones y sentimientos.
La siguiente visita que realizamos fue a la temporal del Hospital de Los Venerables. "Murillo y Neve: el arte de la amistad" ha sido una de las mejores exposiciones celebradas en Sevilla en los últimos años. Muchas de estas obras volvían por primera vez a Sevilla desde que fueron robadas por el conocido Mariscal francés Soult, como la Inmaculada de Los Venerables, que fue colocada en su altar original, del cual nunca debió salir. Tan sólo una de las obras expuestas, El Bautismo de Cristo, se conserva en la Catedral de Sevilla, el resto vinieron de pinacotecas extranjeras: París, Londres, Escocia, EE. UU., colecciones particulares...
Gracias al canónigo de la Catedral de Sevilla, Justino de Neve, el pintor Murillo obtuvo varios encargos públicos: Sala Capitular, Iglesia de Santa María La Blanca o el mismo marco de la exposición, El Hospital de Los Venerables. Se entiende que Justino de Neve tenía, además de un cargo influyente, un poder adquisitivo altísimo (reflejado en su retrato regalo del pintor), llegando a desprenderse de su herencia unas 160 piezas de arte, de las cuales 18 eran del propio Murillo, un artista cotizado en la época.
Nos sorprendieron los trabajos que estaban realizados en un soporte diferente al lienzo, como aquellas tres obsidianas con vetas blanquecinas que producían un brillo y belleza distinto por la capacidad de aumentar los tonos blancos, como en el Nacimiento o la pincelada diminuta en el Prendimiento, donde aparecían Juan, Pedro y Santiago dormidos y un grupo de soldados que venían desde lejos a prender al Señor. También recordaréis, por lo novedoso para nosotros, un colgante pintado sobre cobre, la única miniatura conocida del pintor, y que representaba al fundador italiano de los mínimos: San Francisco de Paula, y por la otra cara, el Sueño de San José.
El Hospital llegó a tener tres obras del pintor sevillano: la Inmaculada y San Pedro en la iglesia y la Virgen con el Niño repartiendo pan (1676-78) entre los fundadores de este hospital en el refectorio.
La Primavera y el Verano (1660-70), dos obras de género pero con contenido religioso oculto, estuvieron "perdidas" hasta 1999, cuando el Jóven adquirido por la galeria escocesa la compró a un particular rico, dando la pista de la existencia de una compañera en la Dulwich Pictures. La técnica suelta, intuitiva, el colorido, la sonrisa, los trajes de la época, el modelo del natural... nos cautivaron.
Sin lugar a dudas, la protagonista era la Inmaculada de los Venerables, mal llamada Inmaculada de Soult (nombre del "chorizo"). Perteneció a la colección de Neve, pero para 1686 ya tenía un lugar importante en la nave de la iglesia del Hospital. Durante el siglo XIX se hizo muy famosa, pues Joseph Hugo (padre del conocido escritor Victor Hugo), dirigió un convoy con todas las piezas robadas hasta París, allí, en el Louvre, fue conocida por el resto de Europa. En 1940 se convirtió en símbolo del régimen franquista, pues el gobierno francés devolvió la Inmaculada a cambio de un retrato de Velázquez, como siempre digo: no nos salió gratis.
El tema de la Inmaculada, que por entonces era muy polémico por la disputa entre franciscanos y dominicos, fue uno de los temas más logrados de Murillo, consiguiendo un estilo propio y una iconografía que dio la vuelta al mundo. Unas veintitantas inmaculadas hizo el pintor con las mismas reglas: vestida de azul purísima y blanco, acompañada de una gran corte angelical, sin las letanias, con luna del Apocalipsis y sentido triunfante y ascensional.
Una página muy buena de la exposición para que vean de nuevo las obras y recordéis: http://www.elartedelaamistad.es/
También os dejo este link
¿Te interesa el tema del expolio? Pincha aquí: http://www.museoimaginado.com/expolio%20napole%F3nico.htm
A la semana siguiente visitamos el Hospital de la Caridad, ejemplo claro de todos estos saqueos, a los cuales la Hermandad de la Santa Caridad ha respondido realizando unas copias de las obras sustraidas para no dejar incompleto el programa iconográfico de Miguel Mañara. Representaban obras de Misericordia: dar de vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y asistir a los enfermos. A la muerte de Soult, estas pinturas fueron vendidas y hoy están repartidas por todo el mundo: Ottawa, Londres, San Petersburgo y Washington.
Os recomiendo este foro que tiene unos trabajos completos y donde podéis ver y recordar nuestra visita a La Santa Caridad: http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=11634
Recién inaugurados los trabajos de restauración de la Iglesia de Santa María La Blanca, entramos para ver los lunetos que ocuparon los cuadros que vimos en la anterior exposición: Sueño del Patricio Juan, Triunfo de la Fe y La Inmaculada (con el retrato de Neve y el párroco de Santa María La Blanca, además del benefactor de la obra con su hijo).
(Lunetos de los cuadros que estuvieron en la Exposición)
Muy cerquita, en la Iglesia de San Nicolás de Bari, vimos el último de los murillos de nuestros paseos, La Última Cena. También procedente de la Iglesia de Santa María La Blanca, pero que se encuentra aquí a la espera de volver a su templo original, una vez que restauren los bienes inmuebles.
Pincha aquí para recordar la pintura: http://www.iaph.es/web/canales/conservacion-y-restauracion/catalogo-de-obras-restauradas/contenido/La_Cena_Murillo
Como curiosidad os contaba, que este cuadro no gustó a los franceses, porque el pintor utilizó una estética, el tenebrismo, que ya no estaba de moda y entendían que no era de buena calidad. Además, el pintor aparece retratado.
Conclusión, que estos despojos de las iglesias no se vuelvan a producir y que aquellos franceses que venían con la Libertad bajo el brazo se avergüencen de estos sucesos.
Saludos
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